Pero el oso, el animal temible y real, ese que hiberna, es siempre una promesa. Es el animal que muere metafóricamente durante el invierno, que cae en un sueño profundo en el que casi no hay vida, para revivir al llegar la primavera.

Y yo siento que como un oso resucito en una primavera tardía de mi vida, que me siento como una osa, cuyo hábitat, cuyo bosque, se ha quemado con fuego, arrasado, durante un infernal mes de agosto, pero que, con las lluvias de septiembre nace la esperanza. Y volveré a morir, cíclicamente, cada invierno, y resucitaré en primavera.